Las celebraciones de fin de año no solo giran en torno a la comida. La elección del trago también puede marcar la diferencia entre una cena correcta y una experiencia memorable. En Chile, donde la Navidad coincide con los días más cálidos del verano, los cócteles frescos y los destilados suaves ganan terreno sobre las preparaciones pesadas.

El ritual del brindis tiene distintas interpretaciones según la familia. Algunos prefieren mantener las tradiciones con vinos y espumantes, mientras otros buscan tragos más creativos para sorprender a los invitados. En cualquier caso, la elección del destilado base, ya sea tequila, pisco o ron, define la personalidad de la mesa. Cada uno aporta una identidad distinta, un carácter propio que se ajusta al tipo de comida, al clima y al estilo de la celebración.
El equilibrio entre frescura y carácter
Las cenas navideñas suelen incluir sabores contrastantes, carnes blancas, salsas dulces, frutas frescas y postres especiados. Esa diversidad obliga a pensar el trago no como un acompañamiento aislado, sino como parte del conjunto. En los últimos años, los cocteles ligeros, con base en frutas, hierbas o jugos naturales, han desplazado a las combinaciones más fuertes. El calor del verano chileno invita a buscar frescura, sin renunciar a la elegancia
El tequila, por ejemplo, se ha convertido en un destilado versátil que va mucho más allá del tradicional shot con sal y limón. Sus variedades, blanco, reposado o añejo, permiten explorar distintas combinaciones. Un margarita clásico puede aportar un punto cítrico ideal para cenas donde predominan los mariscos o pescados, mientras que un cóctel con jugo de pomelo o jengibre combina bien con platos más condimentados o carnes asadas. Su perfil fresco y ligeramente herbal lo hace una opción perfecta para quienes buscan tragos expresivos, pero equilibrados.
El valor del pisco en la mesa chilena

El tequila, por ejemplo, se ha convertido en un destilado versátil que va mucho más allá del tradicional shot con sal y limón. Sus variedades, blanco, reposado o añejo, permiten explorar distintas combinaciones. Un margarita clásico puede aportar un punto cítrico ideal para cenas donde predominan los mariscos o pescados, mientras que un cóctel con jugo de pomelo o jengibre combina bien con platos más condimentados o carnes asadas. Su perfil fresco y ligeramente herbal lo hace una opción perfecta para quienes buscan tragos expresivos, pero equilibrados.
El valor del pisco en la mesa chilena

En los últimos años, la coctelería chilena ha redescubierto su potencial, incorporándolo en mezclas con hierbas, berries o ginger beer. Preparaciones como el «pisco tonic» o el «pisco mule» se han instalado como alternativas modernas para quienes buscan algo refrescante sin perder identidad local. La ventaja del pisco está en su equilibrio, tiene cuerpo suficiente para acompañar carnes blancas o pastas, pero conserva una ligereza que lo hace agradable incluso con platos dulces.
Tradición y nuevas tendencias
El cambio generacional también ha transformado la forma de brindar. Las cenas formales han dado paso a celebraciones más relajadas, donde los cócteles se preparan en casa y los invitados participan del proceso. La tendencia del «hazlo tú mismo» ha llegado también a las bebidas, y muchas familias montan pequeñas barras improvisadas donde cada uno puede armar su trago favorito.
En ese contexto, el tequila se ha vuelto protagonista de combinaciones que mezclan lo latino y lo veraniego. Los cocteles con jugo de sandía, pepino o maracuyá destacan por su color y aroma, ideales para comenzar la cena o acompañar entradas ligeras. El secreto está en mantener el balance, hielo abundante, jugos frescos y proporciones que no dominen el paladar.
En tiempos donde todo cambia rápido, la cocina y la coctelería siguen siendo un refugio donde las tradiciones se renuevan sin perder sentido. Y en cada copa servida, hay algo que se mantiene intacto, el gesto de compartir, de brindar por lo que se tiene y por lo que está por venir.
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