Detenido, torturado y coordinando la acción armada del Partido Comunista: así recordaba su vida en clandestinidad Guillermo Teillier

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El fallecido dirigente del PC tuvo varias identidades y simuló muchos oficios. Cuando recordó sus años durante la dictadura cívico-militar, reveló haber conocido el atentado al dictador Augusto Pinochet

Cuando comenzó la dictadura, Guillermo Teillier del Valle era un dirigente en Valdivia, en la región de Los Ríos. Con el pasar de los años, comenzó a posicionarse dentro de la dirigencia, pese a la persecución estatal. Así, cuando se le consultó en 2013 sobre la Operación Siglo XX, como se le llamó el atentado al dictador Augusto Pinochet, él respondió: “Si, por supuesto. Fue una decisión del partido”.

Fueron los años de clandestinidad del fallecido dirigente, que fueron revisitados cuando ejercía como diputado, en el diario La Tercera. Allí, contó que llegó a ser jefe militar del PC, por lo tanto, sabía de las acciones del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el brazo armado de la colectividad.Eran años en los que Teillier vivía solo, de preferencia en el barrio alto de la capital, con identidades y ocupaciones falsas: fue médico, empresario, profesor o académico, y se llamó José, Roberto, Fernando, Carlos, Sebastián Larraín.Ese tiempo oscuro para el país significó un sacrificio personal: abandonar a sus tres hijos para entregarse a la clandestinidad: “Tenía que llevar una vida clandestina hasta dentro de mi propio partidoEn 1974 fue detenido por agentes del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea. Estuvo dos años presos, de los cuales por seis meses estuvo esposado y vendado, bajo tormentos permanentes, en la Academia de Guerra de la Aviación. Cuando fue liberado, retornó a la vida política en 1977.

No tuvo formación militar en Cuba: “La dirección que hacía yo era política y mi trabajo era político, no operativo. Ahora, lo que sí estudié mucho es el tema de la estrategia, táctica, insurrección. En la Unión Soviética recibí algunas charlas, pero de gente del partido nuestro que, a su vez, había tenido charlas allá. Cosas de recuperación de experiencias de la vida clandestina, de saber si uno estaba vigilado o no, de conocer los sistemas de interferencias telefónicas. Fue algo completamente informal, no algo riguroso, donde estuviera encerrado por semanas. Más aprendí acá”.

En la misma línea, confesó nunca haber ido armado.

En relación al abandono de su familia, respondió: “Separarse de la familia, de los hijos, es complejo, más complejo que cualquier otra cosa . Pero si usted es un dirigente responsable, si le piden hacer un sacrificio de esa naturaleza, claro que lo va a hacer, porque sabe que está retribuyendo a otros que perdieron la vida”.

Ya en los años 80 logró no ser detenido, gracias a un estricto sistema de seguridad del PC, cambiando de identidad, de apariencia, de casa y sin salir más que lo justo y necesario. “Una de las cosas que se aprende en la clandestinidad es a olvidar. Usted sabe, por seguridad”, respondió.

En cuanto a cómo podría haberle afectado en lo personal la decisión, reveló: “Yo no soy mucho de deprimirme. Afortunadamente, sé cómo superar eso. Claro, de repente venía la nostalgia, pero yo estaba obligado a tener la moral en alto, la desmoralización es el peor enemigo de un ejército, de los políticos. Si uno está en una dirección, no va a visitar con debilidad a un compañero”.

Y sobre la violencia como forma de enfrentar a la dictadura, zanjó: “Yo creo que la violencia es condenable porque conlleva muertes. Pero el tema está en que cuando se aplica violencia contra usted, no le queda otro camino que responder. Y a nosotros, en dictadura, nos pasó eso. O sea, nos dieron, nos dieron, nos dieron. Hasta que dijimos basta.”.

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